El éxito, cuando no está alineado con la voluntad de Dios, puede convertirse en una distracción peligrosa. Nos seduce con reconocimiento, estabilidad y poder, pero si no prestamos atención, podemos terminar muy lejos del llamado que recibimos. Existe el riesgo de lograrlo “todo”, menos lo esencial. Jesús dijo: “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma?” Mateo 16:26) En el mundo del liderazgo, los negocios y el ministerio, recordar esto más que importante. Podemos alcanzar metas, escalar puestos de trabajo y multiplicar recursos, pero si en el camino dejamos de escuchar a Dios, el costo puede ser mayor de lo que imaginamos. Este propósito se discierne en intimidad con Dios y se valida en frutos que permanecen. Cuando cambiamos de brújula, incluso el “éxito” puede transformarse en un obstáculo.
Volver al propósito no siempre implica grandes cambios externos. A veces, esto puede significar revisar nuestras prioridades, replantear metas o renunciar a lo que ya no refleja nuestra misión. No se trata de abandonar lo que estamos construyendo, sino de asegurarnos de que esté alineado con lo que Dios nos llamó a hacer. Porque fuera de ese centro, incluso el mayor de los logros pierde sentido.
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Todos tenemos necesidades emocionales profundas: ser vistos, valorados, reconocidos. No son malas en sí mismas. Pero cuando esas necesidades no están sanas o no han sido satisfechas, pueden empezar a marcar el ritmo de nuestro liderazgo sin que nos demos cuenta. A veces, nos cuesta delegar porque necesitamos demostrar que somos indispensables. O nos frustramos si no recibimos el reconocimiento que esperábamos, aunque el trabajo haya sido valioso. Cuando el deseo de “sentirme importante” no está trabajado, puede filtrarse en cómo lideramos:
¿Cómo impacta esto en nuestra forma de liderar? Un liderazgo guiado por necesidades emocionales insatisfechas se vuelve inestable. Se agota rápido, se vuelve dependiente del aplauso o del control, y pierde de vista el propósito. Pero cuando nos anclamos en nuestra identidad en Dios (no en el rendimiento, el éxito o la importancia) todo cambia. El liderazgo se vuelve más libre, más sabio y más saludable para nosotros y para los que nos rodean. Liderar con madurez implica revisar qué estamos buscando cuando lideramos. ¿Reconocimiento? ¿Aprobación? ¿Importancia? Dios no necesita que demostremos nada. Solo que lo sigamos, con un corazón dispuesto y una identidad clara. De esto y mucho más, vamos a hablar en nuestro próximo webinar!Es fácil perder de vista quiénes somos cuando nuestro valor se mide por lo que logramos. Vivimos inmersos en una cultura que nos empuja a producir, demostrar, alcanzar metas y acumular logros. En ese ritmo, muchas veces sin darnos cuenta, empezamos a construir nuestra identidad sobre tres pilares que no son tan firmes como parecen: 1. Hacer Nos sentimos valiosos cuando cumplimos, cuando damos resultados, cuando reconocen nuestro esfuerzo. Pero, ¿qué pasa cuando frenamos o algo no sale como esperábamos? Aparece rápidamente la frustración, la culpa o la sensación de no ser suficientes. ¿Quiénes somos cuando no estamos haciendo nada? 2. Tener A veces solemos creer que entre más tenemos (recursos, títulos, contactos, herramientas, estabilidad) más valemos. Pero cuando algo de eso falta o cambia, sentimos que perdemos el control. ¿Qué pasa con nuestra identidad si dejamos de tener? 3. Lograr Nos acostumbramos a medir nuestra vida por metas alcanzadas y resultados concretos. El “éxito” se volvió nuestra brújula. Pero vivir corriendo detrás de ese ideal nos puede dejar vacíos, ansiosos o desconectados. ¿Quiénes somos si no logramos lo que esperamos? Uno de los mayores desafíos del liderazgo es no confundir quiénes somos con lo que hacemos. El desempeño, los logros, las metas alcanzadas… todo eso tiene valor. Pero no puede definirnos. Cuando nuestra identidad se apoya en el hacer, vivimos a contrarreloj, buscando validación en los resultados. Y en ese camino, podemos perder de vista la voluntad de Dios. Un liderazgo sano empieza por una identidad firme, no en el desempeño, sino en la relación con Aquel que nos llamó. ¿Estás liderando desde lo que haces o desde quién eres en Dios? De esto y mucho más, hablaremos en nuestro próximo webinar:Intencionalidad en el liderazgoEs común que al liderar un equipo o empresa o proyecto, haya un deseo profundo de marcar la diferencia, de ayudar, de hacer el bien. Pero si somos sinceros, muchas veces esa motivación se mezcla con una necesidad de ser indispensables, de sentir que sin nosotros las cosas no van a funcionar. Querer salvar a otros parece algo bueno. Nos sentimos necesarios, importantes, valorados. Pero cuando nos apropiamos de un rol que sólo le pertenece a Dios, terminamos agotados y frustrados. ¿Cómo impacta esto en nuestra espiritualidad?Nos sobrecargamos hasta llegar a un agotamiento emocional, por lo que descuidamos nuestra vida personal. Controlamos en lugar de confiar, creyendo que sólo nosotros sabemos cómo hacer las cosas bien. Impedimos el crecimiento de otros, porque no dejamos espacio para que ellos asuman responsabilidades. ¿Cómo soltar la necesidad de ser el salvador?Aprender a delegar: Como líderes, debemos comprender que no todo depende de nosotros y está bien aceptar que hay tareas y responsabilidades que no podemos asumir por completo y que delegarlas es una muestra de sabiduría, no de debilidad. Cuida tu salud emocional: Tu llamado más importante es estar en comunión con Dios. Nutrir tu salud emocional requiere pasar tiempo en Su presencia, a través de la oración, la reflexión y el descanso espiritual. Esto te permite reconocer que tu valor no depende de lo que logras, sino de quién eres en Él. Entrega el control a Dios: Nuestra misión es seguir la voluntad de Dios, confiando en que Él trabaja incluso cuando no vemos resultados. Entregar el control es un acto de fe, creyendo que Su plan es mejor que intentar hacerlo todo por nuestra cuenta. En resumen, el liderazgo no se trata de salvar a los demás, sino de guiarlos hacia Jesús. Al tratar de hacerlo todo, corremos el riesgo de agotarnos y perder el enfoque. Delegar, cuidar nuestra salud emocional y confiar en Dios son claves para un liderazgo efectivo y equilibrado. Al soltar la necesidad de salvar a los demás, podemos liderar siguiendo la voluntad de Dios. Una invitación especial...Tratar con el Síndrome del Salvador es algo de lo que vamos a estar hablando en nuestro próximo webinar. Si quieres desarrollar habilidades para mejorar tu desempeño como líder, inscríbete hoy! |
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